La ubicación física de Huelva, como una península en la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel, ha supuesto que se la haya considerado un punto estratégico para varias civilizaciones. Pero no será hasta el último cuarto del siglo XIX, con la explotación intensiva de las minas del norte de la provincia por capital extranjero, principalmente inglés, cuando el crecimiento demográfico de la ciudad creciera exponencialmente gracias a los trabajadores llegados de poblaciones cercanas, pero también del resto de Andalucía, Extremadura, Galicia o Asturias, incluso Portugal.
Este aumento demográfico permitió el nacimiento de nuevos espacios habitados, a parte del centro histórico tradicional en torno a las Iglesias de San Pedro y Nuestra Señora de la Concepción, como son los barrios de Las Colonias y El Matadero.
Sin embargo la construcción de las vías del ferrocarril que transportaban los minerales desde las minas a los muelles-embarcaderos del puerto, con nuevas zonas ganadas a las marismas, cercaron la ciudad impidiendo el crecimiento hacia la ría, propiciando una característica forma de media luna y provocando una expansión muy desarticulada en torno a los “cabezos” (pequeñas elevaciones que jalonan la ciudad), algunos desaparecidos en el proceso de desarrollo urbano.
Así se pasa de una pequeña ciudad agrícola y pesquera con edificios muy básicos, a desarrollar una serie de construcciones que se convertirán en emblemas de la ciudad: Hotel Colón, el Velódromo, Mercado de Santa Fe, el Barrio Reina Victoria, Muelle del Tinto, Estación de ferrocarriles de Huelva a Sevilla, Monumento a Colón etc.