El elefante africano es una de las piezas emblemáticas del museo y su historia es fascinante. Fue cazado en Sudán en 1913 por el duque de Alba que decidió donar la piel al museo. Siguiendo con su tradición, los indígenas atravesaron la piel con cuchillos y lanzas dejándola bastante deteriorada. Con los distintos pedazos de piel se hizo un fardo que se embarcó a España donde permaneció abandonada hasta 1923. Finalmente, el elefante fue naturalizado por Luis Benedito, prolongándose su montaje hasta 1930. Lo más curioso es que el taxidermista no había visto un elefante en su vida, ni vivo ni disecado, por lo que tuvo que documentarse para averiguar las hipotéticas medidas del ejemplar. Como en el museo no había espacio para preparar la piel, que pesaba 600 kg y ocupaba una superficie de 37 m2, se envió al Real Jardín Botánico. Tras un riguroso estudio y múltiples maquetas, construyó un armazón de 3.450 Kg utilizando madera, malla metálica, escayola. Finalmente lo recubrió con la piel ya curtida y encolada que fue ajustando cuidadosamente, sujetándola con 77.000 alfileres hasta que se secase la cola. Una vez acabado el montaje, al elefante le quedaba un último viaje para retornar al museo, trayecto que haría remolcado por un camión por el paseo de la Castellana, ante la lógica expectación de la gente.