Aunque anónimas para nosotros, si bien podemos suponer que en algunos casos quizá representan personas reales que formaron parte de la experiencia vital de Gargallo, la mayor parte de las cabezas salidas de sus manos y conservadas (aun contando con la evidente falta de pretensiones que manifiestan los tamaños, el irrespetuoso tratamiento de los fondos y las modestas y a veces precarias características de los soportes) están resueltas con tanta seguridad técnica, con tal potencia y sutileza expresiva, y, por encima de todo, manifiestan una sensibilidad tan personalizada y singular que inevitablemente sentimos la especial emoción que sólo producen aquellos retratos anímicamente certeros, sean física o solo imaginativamente reales.
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