Esta pieza es una talla que representa el cuerpo crucificado de Cristo. La manera de trabajar las laceraciones, producto de la flagelación y de la violencia infligida por los soldados romanos que castigaron al Hijo del Hombre desde su prendimiento, está encaminada a producir en el espectador un sentimiento de compasión y arrepentimiento. Las facciones no han sido trabajadas con detalle, probablemente porque la carga expresiva se halla concentrada en el cuerpo exangüe y en las heridas que ostenta.
Las imágenes de crucifixiones se popularizaron en la Edad Media. Después de las representaciones en que Cristo aparece como Dios y Juez, en el mundo paleocristiano que heredó el Románico, la visión humanizada de la
Pasión se volvió prácticamente omnipresente. En el siglo XVII comenzó a hacerse popular la idea, sobre todo en el círculo de Francisco Pacheco y Diego Velázquez, que Jesús fue crucificado con cuatro clavos y no con tres.
Esta talla, de corte devocional, se utilizó entre los siglos XVI y XVII para recordar el sufrimiento del Mesías en la hora de reunirse con su padre; imagen a quien se encomendaba el alma del moribundo y se le pedía que recordara que las turbaciones y el dolor físico que padeció eran muy superiores a las angustias que producía cualquier enfermedad.
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