La tradición de la Cruz procesional es legado del célebre Cenni di Pepo Cimabue (c 1240-1302), maestro toscano considerado el iniciador del trescientos. El artista realizó un bellísimo crucifijo para la Basílica de la Santa Cruz en Florencia. En él, la figura sinuosa de Cristo en una atmósfera difuminada –antecedente del sfumato de Leonardo da Vinci– muestra un naturalismo conmovedor. La obra se inspiró en la composición del artista italiano y privilegia la figura de Cristo, quien, con delicado dibujo y enfáticas carnaciones, es presentado con tres clavos, herencia de la iconografía italiana de Nicola y Giovanni Pisano. La sangre emana por las llagas del Mesías, de rostro cabizbajo y nimbo glorioso. En el brazo superior de la cruz, el artista ha evocado al pelícano –como analogía de Cristo– que se arranca las plumas del pecho para anidar a sus crías.
La sacra escena sobrecoge a María y Juan, el discípulo amado, y a Magdalena al pie de la cruz como la esposa mística de Jesús.
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