Esta escena de baile y cante, tan típica del costumbrismo sevillano, representa el interior de una caseta de feria, a través de cuyas cortinas, abiertas, puede verse la hoy desaparecida Puerta de Jerez, que servía como uno de los accesos al recinto ferial primigenio en el Prado de San Sebastián.
Toda la fiesta tiene como protagonista a la figura de la mujer, que aparece sentada, en una postura indolente, ataviada con falda de volantes y un mantoncillo de Manila, mientras que el resto de los personajes, todos hombres, bailan, beben y palmean en torno a ella.
Este tipo de escenas hacían las delicias de los viajeros románticos que veían en ellas la esencia del pueblo sevillano. La demanda de este tipo de cuadros, como este, de pequeño formato, fáciles de transportar, fue tal que muchos de los pintores románticos se dedicaron plenamente a su producción.