Metamorphosis (the Wizard)

Manuel Rivera nace en Granada en 1927, donde inicia su formación que continuará en Sevilla. En este tiempo se dedica a una pintura figurativa de bodegones, retratos y paisajes.A principios de los años 50 se establece en Madrid, aunque nunca olvidará el paisaje y la arquitectura granadinos, cuyos juegos de volúmenes y de luces y sombras serán constantemente evocados en sus obras.Insatisfecho con el arte tradicional que venía realizando, ya en 1951, con veinticuatro años, se adentra en el campo de la abstracción, iniciando un camino de estudio y experimentación constantes para satisfacer su gran preocupación: el espacio.En 1957 funda el grupo El Paso junto a artistas como Antonio Saura, Manuel Millares, Rafael Canogar y Luis Feito. El grupo supone una ruptura revolucionaria en la pintura española de postguerra.Por azar descubre la tela metálica y comienza a estudiar las posibilidades plásticas de esa materia que elige como soporte de sus creaciones. Sustituye el lienzo tradicional por una tela metálica sujeta a un bastidor. Con este procedimiento logró incorporar a sus obras el espacio, el vacío real que se deja ver a través de las tramas. Los pigmentos son sustituidos por el color de la propia materia y sus alteraciones naturales.En 1958 inicia su serie Metamorfosis a la que pertenece esta obra,  “El Brujo”. Se trata de un homenaje a Kafka, cuyo relato de igual nombre impresionó profundamente a Rivera pues, en cierta manera, veía reflejadas sus vivencias personales de ese momento en la soledad y la angustia del personaje de Kafka.Metamorfosis también hace referencia a la capacidad de transformación que tienen sus obras: los efectos espaciales y lumínicos cambian según la posición del observador y según la incidencia de la luz sobre las mallas, creando ilusiones visuales y fugaces vibraciones. El propio autor explicaba la evolución y la búsqueda en su producción:  “En estas primeras obras (…) la luz jugaba un papel importante. Poco a poco, sin embargo, necesito una mayor dimensión y recurro a unos bastidores (…) que me permiten trabajar con dos planos, dejando un espacio entre las telas utilizadas; descubro entonces un aspecto que será fundamental en toda mi obra: las vibraciones”. El dramatismo de las Metamorfosis, expresado a través de las tensiones de las telas y de la sobriedad cromática que proporciona el blanco y el negro, va dando paso, en series posteriores, a una obra más colorista en las que incorpora tonalidades verdosas o rojizas semejantes a la oxidación natural, como se puede observar en la obra titulada  “Espejo Rosa”, que se expone junto a El Brujo. En ella, además, Rivera ha sustituido el bastidor por un tablero coloreado sobre el que se tensan las telas de forma que los reflejos y las sombras proyectadas multiplican los efectos cromáticos y de movimiento virtual.