Miembro de una ilustre familia de científicos y literatos, la inclinación de Alfaro por las humanidades se inicia desde tempranas fechas, aprendiendo con Antonio del Castillo en Córdoba para pasar muy joven a Madrid y formarse en el círculo de Diego Velázquez, el gran pintor del Rey, al que trataría de emular, participando plenamente de la vida cultural madrileña.
Realizada durante su aprendizaje en Madrid con dieciocho años, este retrato de un importante personaje de la Corte, representante del Rey en el Supremo Consejo de las Indias y Caballero de Santiago -también retratado en esa época por Carreño de Miranda-, es la primera obra firmada y fechada que se le conoce.