Retrato de una dama

Juan Cordero ingresó a la Academia de Bellas Artes de San Carlos y fue alumno de Miguel Mata, quien descubrió el talento del joven y lo instó a realizar estudios en Roma. En 1844 los padres de Cordero consiguieron el dinero para su viaje, y después en Europa el joven pintor recibió un cargo como agregado de la embajada mexicana en el Vaticano, por recomendación de Anastasio Bustamante, ex presidente de México.
Estudió, como Pelegrín Clavé, en la Academia de San Lucas bajo la tutela de Natal de Carta y Filippo Agricola de quienes recibió, respectivamente, el academicismo neoclásico y la influencia nazarena. Cordero se interesó por los grandes motivos de su tiempo y fue iniciador del muralismo mexicano con temas como el progreso o el curso de la historia.
Este retrato lo realizó en 1864, época en la que dedicó una parte importante de su producción a este género –viajando por el país para plasmar los rostros de la aristocracia mexicana–, y en la que Clavé monopolizó los encargos de pintura.
Para promover su trabajo, Cordero hizo retratos gratuitos en distintas ciudades del centro del país y del estado de Yucatán. Sobresale con luminosidad del fondo neutro, un rostro de facciones suaves y ojos brillantes, en una obra que cuenta con el fino trazo anatómico y el colorido, que distinguen a Cordero como uno de los mejores retratistas mexicanos