De las postrimerías de la era virreinal y en los años convulsos de la guerra de Independencia, este lienzo anónimo presenta a la familia del capitán Pedro Marcos Gutiérrez. Para la investigadora María José Esparza Liberal, el retrato de familia se permea de una nueva sensibilidad. […] En este óleo se muestra un gusto por una cierta intimidad doméstica […]. La obra constituye un testimonio visual de una nueva mentalidad que transmite ejemplos de conducta donde se reafirma el núcleo familiar. Los cuatro personajes constituyen el prototipo de la sociedad del momento.
La familia se encuentra en una sobria estancia con escasos muebles: el juego de canapé y un sillón taraceado. El padre porta el uniforme de las tropas realistas: una casaca azul, con cuello y bocamangas rojas, pantalón blanco y botas negras. Seguramente es ingeniero militar, instruye –con compás en mano– a su hijo adolescente, quien sostiene un libro. El artista, cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros, pintó figuras geométricas, para señalar que no es un texto literario.
Por su parte, doña Rafaela, vestida en moda imperio, lleva una pañoleta decorada en colores verde, blanco y rojo, que enmarcan un hermoso collar de perlas. La dama enseña a la pequeña María las labores de la costura. Entre las mujeres de la familia, reposa un perro, símbolo de fidelidad. Del lado masculino, se aprecia la empuñadura del sable del capitán. La cesta en el suelo con lienzos y utensilios para el bordado, imprimen un carácter íntimo a la escena.