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Las posturas estéticas asumidas por los pintores mexicanos nunca fueron homogéneas, de tal suerte que no existe una ideología artística unívoca para el arte de la postrevolución. La pluralidad de lenguajes y propuestas estilísticas que surgieron es también aplicable a las diversas mentalidades políticas y posturas revolucionarias que cada artista quiso, o no, asumir en su arte. Son tan amplias las divergencias, que podría decirse que en lo único que parecieron coincidir fue en el compromiso de querer crear un arte moderno para México. La concepción de una Escuela Mexicana de Pintura es cada vez más cuestionable, sobre todo conforme vamos armando el mosaico de la historia del arte mexicano en su período moderno. Esta pieza de Gabriel Fernández Ledesma es sintomática de esta inasible definición, en tanto que aglutina cualidades cromáticas que bien parecen emular a las escuelas libres, tanto como una composición protocubista de movimiento dinámico envolvente que respondería bien a los postulados futuristas de Marinetti. Todas ellas son soluciones estéticas que Fernández Ledesma conoció y practicó en México durante la segunda y tercera década del siglo.

Vid. Judith Alanís. Gabriel Fernández Ledesma</<a>i>. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Escuela Nacional de Artes Plásticas, 1985.

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