En el centro de la composición, esta obra representa a María Inmaculada sedente y con las manos unidas en actitud orante, posada sobre media luna creciente sostenida por un querubín y dos ángeles. Su figura se ve flanqueda por otra pareja de querubes y otros tantos ángeles, uno vestido y otro desnudo, rematándose por el medio punto con otros dos querubines. Los bordes de las vestimentes han sido realizadas a base de oros de tipo purpúreo.
Su iconografía responde a las doctrinas emanadas del Concilio de Trento sobre la Asunción y la Inmaculada Concepción de María, que hicieron que ambas apareciesen fusionadas en el arte posterior, prolongándose durante las dos primeras décadas del XVII con relevantes ejemplos.
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