Las mujeres de la región atlántica vestían con trajes frescos de vivos colores, influenciadas por las élites españolas, que ingresaban al país movidas por el comercio internacional y la exportación de tabaco. La mujer intentó a través de su vestuario asemejarse a las clases superiores, conservando a su vez su herencia africana y adaptándose a los climas de la región.
En el traje se dejan al aire hombros y brazos, pero igualmente se llevan volantes y faldas largas que ciñen la cintura y relieva las caderas. Para salir, la mujer usaba un pequeño chal de algodón, lana o seda, que cruzaba sobre el pecho, dejando las puntas sueltas por la espalda. Dentro del traje, también son típicos los canastos, cestas elaboradas con mimbre, fique o esparto, proveniente de las culturas nativas que la tenían como una de las principales actividades domésticas y se conservó aún con la llegada de los españoles.