Durante el reinado de Luis XIV, el arte se organizó oficialmente para ponerlo al servicio de la gloria del príncipe, convirtiéndose en un instrumento del poder. Se construyó entonces una filosofía de la soberanía a partir de argumentos extraídos de la Edad Antigua y de una idea de gobierno inspirada en Maquiavelo.
La representación del rey, de sus acciones y de sus favores, contribuye a la exaltación de la grandeza del soberano.Luis XIV es el hombre más retratado del reino. La multiplicación de sus imágenes permite que se distribuyan por todo el país.
Luis XIV es el hombre más retratado del reino. La multiplicación de sus imágenes permite que se distribuyan por todo el país.
Luis XIV fue retratado, alrededor de los 15 años de edad, con ropa de desfile militar.
Que Bernini, arquitecto y escultor de Roma, aceptara ir a Francia no es insignificante: se sintió atraído por la efervescencia creativa desde el comienzo del reinado de Luis XIV, tanto en París como en Versalles.
Antoine Benoist, “pintor del rey y su único escultor en cera de colores”, realizó al menos once retratos de Luis XIV. Este, realizado en torno a 1705, sorprende por su realismo implacable. Es probable que el artista sacara varios moldes directamente del rostro del rey.
La imagen es a la vez un recuerdo y un sustitutivo de la persona venerada.
El grabado es el formato que más facilita la difusión y el uso mediático.
La prensa, y en particular La Gazette, no tardó en utilizar las imágenes con fines publicitarios.
La monarquía es atemporal. Las artes participan en la celebración de la memoria del poder.
Consolidando así el vínculo con los reinados anteriores, desde César hasta San Luis, y también el principio dinástico del príncipe y su descendencia.
Hacia 1670, Jean Nocret representaba a Luis XIV y a la familia real a través del travestismo.
La Fama que sostiene la trompeta presenta en el templo de la inmortalidad el nombre del monarca inscrito en una filacteria (Ludovicus XIV victor immortalis), elevándose sobre el paso del tiempo, personificado por un anciano con guadaña.
El legado de la Edad Antigua y los modelos del Renacimiento ofrecen un repertorio de mitos e imágenes simbólicas. El aura del dios o semidiós se transfiere al rey.
El rey hizo suyo un mito que cobraba todo su sentido en Versalles: el Sol.
La imagen del dios Apolo está ligada a la del Sol, centro del universo, fuente de calor y armonía. El paralelismo entre el orden de la naturaleza y el orden político resultaba obvio para sus coetáneos.
El tema aparece reflejado tanto en las paredes del Palacio como en los jardines de Le Nôtre.
La Cueva de Tetis, hoy desaparecida, alude al mito cósmico del curso del sol, desde el amanecer hasta el anochecer.
La diplomacia en Versalles:
Las recepciones de los embajadores en el Salón de los Espejos daban lugar a elegantes festejos, que la corte no podía perderse.
La lucha contra el protestantismo:
Luis XIV revocó el Edicto de Nantes en 1685. El escultor Thomas Gobert representó al rey aplastando la herejía con los rasgos de una anciana.
Las más representaciones bélicas son más numerosas que las imágenes conmemorativas de la paz.
Después de los mitos antiguos y mitológicos, el nuevo mito de Luis XIV se basó en la retórica moderna del lenguaje histórico.
Luis XIV profesaba auténtica pasión por la gloria militar. Nunca dejó de expandir el territorio de Francia a expensas de los Habsburgo de España. La Guerra de Devolución (1667-1668), concluida con la paz de Aquisgrán, y la Guerra de Holanda (1672-1678), concluida con el Tratado de Nimega, otorgaron a Francia una parte de Flandes y el Franco Condado.
En 1671, Luis XIV decidió entrar en guerra contra los holandeses. Charles Le Brun inmortalizó este hecho bélico en el Salón de los Espejos.
En 1674, Luis XIV conquistó por segunda vez el Franco Condado. Charles Le Brun retrató al rey inmóvil en medio del tumulto de la guerra.
Pierre Mignard, rival de Charles Le Brun, peint à son tour Louis XIV devant le siège de Namur en 1692.
Luis XIV explica al Delfín la elección de su lema “Nec pluribus impar” en sus Memorias:
“Quienes me vieron gestionar con tanta facilidad y confianza los numerosos cometidos que la realeza exige, me persuadieron de añadir el globo de la tierra y el lema nec pluribus impar: dando a entender un agradable halago para la ambición de un joven rey, que bastándome solo para tantas cosas, sin duda sería yo suficiente para gobernar otros imperios, como el Sol para iluminar otros mundos, si también estuvieran expuestos a sus rayos”.
La organización piramidal de las artes convergía hacia el rey, en la cúspide. El sistema de academias respondía al deseo de disponer todas las formas de pensamiento al servicio de la glorificación del monarca. Charles Le Brun fue el principal organizador de este sistema.
En la Real Fábrica de Muebles de la Corona, más de 250 personas trabajaron en la fabricación de muebles, objetos y cortinas para decorar las casas reales.
Nada era lo suficientemente bello para el soberano. Versalles nació de los deseos del rey y requería todas las atenciones, convirtiéndose en el lugar el que todo era posible.
En su lecho de muerte el 1 de septiembre de 1715, Luis XIV habría pronunciado las siguientes palabras:
“Me voy, pero el Estado siempre permanecerá”
Catherine Pégard, President of the Palace of Versailles
Laurent Salomé, Director of the museum
Thierry Gausseron, General administrator
Béatrice Sarrazin, Curator of the digital exhibition
Thierry Gausseron, Administrator
Ariane de Lestrange, Head of communications
Maïté Labat, Coordinator of the digital exhibition