En México fue el español Pelegrín Clavé quien instauró las clases de dibujo y pintura de paisaje y fue él mismo quien recomendó a un antiguo conocido suyo de los días de Roma, Eugenio Landesio, profesor de paisaje y perspectiva, conocedor de litografía y grabado, que había trabajado en la calcografía de Roma. Landesio firmó su contrato en la Academia de San Carlos de México el 21 de julio de 1854, año en el que se trasladó a nuestro país para empezar su labor docente.
Eugenio Landesio escribió dos tratados sobre paisaje que fueron de gran difusión entre los estudiantes de la Academia mexicana: Cimientos del artista dibujante y pintor y La pintura general o de paisaje y la perspectiva en la Academia de San Carlos. El método de Landesio hizo escuela en los tiempos en que en el país estaba en marcha, con pies de plomo, en la conformación de su identidad en todos los órdenes; el artístico no será la excepción. Landesio formó a quien sería, nada menos, el emblema del paisaje nacional: José María Velasco.
De acuerdo con las enseñanzas de Landesio –citado por María Elena Altamirano, nieta del pintor mexiquense, en el catálogo de la exposición Homenaje Nacional.José María Velasco–, la perspectiva ponía al discípulo en aptitud para salir de cualquier dificultad. Así, verbigracia, en Paisaje resalta una línea de horizonte abierta y coherente; el ángulo visual permite contemplar una gran extensión de lo representado que incluye las montañas, el valle, el cielo mexicano –portento de expresión–, la diversidad de la vegetación, así como la minucia: los personajes que transitan por uno de los caminos. Todo está: la luz y la entrañable gama de colores: verdes, ocres, cafés y azules. La potencia de unas nubes robustas y blanquísimas en conjunto nos regalan una esmerada visión: el espectáculo de la inmensidad
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