En 1957 Manuel Ángeles Ortiz regresa a Granada a la que a pesar de la lejanía nunca había olvidado. El retorno supone para el artista un reencuentro con los paisajes, los jardines, la arquitectura y la luz de la ciudad en la que pasó su infancia y su juventud, en la que se inició en el arte y en la que entabló amistad con personajes tan relevantes como Federico García Lorca y Manuel de Falla. Con ellos colaboró ilustrando sus libros y diseñando las escenografías de sus montajes teatrales o musicales.
Artísticamente maduro, comienza varias series de tema granadino que suponen un punto culminante dentro de su producción. Una de estas series, cuyo antecedente se encuentra en su cuadro titulado La casa de los Dávila, está dedicada al emblemático barrio del Albaicín. Visto desde la colina de la Alhambra ofrece al espectador una amplia panorámica de casas amalgamadas, un desordenado juego de volúmenes blancos salpicados de las sombras que se proyectan mutuamente unos sobre otros, de los toques oscuros de ventanas y tejados y de los verdes de jardines y cipreses.
No obstante, el pintor no se dedica a la copia mimética del natural sino que, tras observarlo y analizarlo, lo reinterpreta desde su óptica personal traduciendo al lienzo el resultado de este proceso. Desde el cubismo aprendido en sus comienzos parisinos, Manuel Ángeles inició un proceso paulatino encaminado hacia la simplificación formal. De aquel cubismo también procede la libertad compositiva de superponer a un tiempo puntos de visión distintos. Así, junto a la visión frontal de las casas, reducidas a cuadrados y rombos, nos ofrece una vista de los cipreses desde arriba, transformados por ello en círculos.
La serie sobre el Albaicín ocupó gran parte de su tiempo, desde 1958 hasta los comienzos de los setenta. Realizó panorámicas amplias y detalles bajo distintas luces. Trabajó en distintos soportes y con diversos procedimientos técnicos, como el dibujo, el grabado y la cartulina recortada sobre papel coloreado a modo de collage, con el que construye una nueva tridimensionalidad.
El resultado final, como suele suceder en todos sus cuadros, es el de una composición original que difícilmente se puede adscribir a ningún movimiento artístico concreto.
¿Te interesa Visual arts?
Recibe novedades con tu Culture Weekly personalizado
¡Todo listo!
Tu primer Culture Weekly llegará esta semana.