Venerado desde la Edad Media, la primera referencia al corazón del Hijo de Dios la tiene san Agustín. En el siglo XVII, Margarita María de Alacoque, monja en la Orden de la Visitación de Santa María en el monasterio de Paray-le- Monial, fue elegida por Cristo para revelarle los deseos de su Corazón y para confiarle la tarea de impartir nueva vida a la devoción.
El Corazón de Jesús fue herido de amor por nosotros, para que podamos entrar en Él y allí ser inflamados con Su amor, tal como el hierro puesto al fuego se hace incandescente. Estas palabras de Ludolfo de Sajonia fueron acogidas por el imaginario cristiano en las más bellas manifestaciones.
De acuerdo con tratados jesuitas, en la imagen se vislumbra la Santa Faz. Coronado por espinas y la cruz, el corazón muestra la herida que llora. Emana fuego, como expresó el neoplatónico Cayo Victorino: El sol, fuente de la luz etérea, es para este fluido lo que el corazón para el ser dotado de vida. Diez querubines lo custodian y forman un corazón mayor, el del Padre Eterno.
El jesuita Mariano Cuevas afirmó que desde 1755 ya se celebraba la festividad en Nueva España. José de Páez plasmó ese fervor religioso en esta obra que perteneció a la colección de Gonzalo Obregón.