Los platos de latón figuran entre las manufacturas típicas de Nuremberg que llegarán a través de Flandes a los puertos del Cantábrico entre el último cuarto del siglo XV y primer tercio del siglo XVI, y desde allí a las ferias de Medina del Campo actuando como redistribuidoras de estas mercancías por toda la Península Ibérica apareciendo citados en los inventarios de ajuares familiares como “platos de Flandes”. Aunque en origen pudieron haber tenido una función decorativa, queda claro su uso litúrgico tanto por las inscripciones que contienen como por el nombre que se les da en las iglesias: bazinicas para la limosna, bacías de azófar para el bautismo o bandejas de extremaunción. Por lo que se refiere a las representaciones, se realizaban en negativo por la parte trasera del plato mediante plantillas de matrices y troqueles, con motivos inspirados en xilografías de la “Crónica de Nuremberg” o en grabados del propio Durero como es el caso de Adán y Eva en el Paraíso ante el árbol de la ciencia.