La fina factura escultórica de la cerámica arqueológica de la región Tumaco, en el período Inguapí, puede verse en esta figura. De ojos almendrados y agradables proporciones, este personaje fue representado de pie, en una actitud trascendente a la que la falta de los brazos le confiere cierto misterio.
En el calor húmedo y agobiante de la llanura costera del Pacífico colombiano, está vestido con un cubresexo y una tela decorada que le cubre el pecho y la espalda. Lleva, además de múltiples orejeras, una nariguera como las que se encuentran con frecuencia en esta región: de oro fino martillado, con decoración repujada y una piedra colgante. Su cabeza se prolonga hacia atrás porque, como fue usual en Tumaco, su cráneo fue deformado cuando niño como un indicador de alta posición social. El carácter de persona poderosa y destacada en su sociedad se resalta en este retrato por la presencia, sobre el tocado de textil, de una serpiente de afilados colmillos que se curvan hacia atrás, con escamas tan destacadas sobre su cuerpo que incluso parecen plumas. A la espalda lleva un gran cilindro decorado cuya prolongación superior tiene una forma semejante a un embudo: cualquiera que en su época viera este objeto sabría qué es y qué significa, pero nosotros sólo podemos señalar que algunos remates de alfileres Yotoco de la vecina región Calima, al parecer más tardíos, cargan el mismo objeto a sus espaldas. EL