Siento la pintura como un medio y dispositivo capaz de resignificar nuevas preguntas, sobre la experiencia de habitar y de deshabitar, sobre las diferentes relaciones con la otredad. Las mesas son escenas captadas y constituidas por una ofrenda amorosa, planificadas por una persona o un grupo de personas que desean la concreción de esa entrega y desea la aceptación de los comensales, los cuales no se conocen y parecen no llegar nunca. Ante su ausencia, la tensión queda focalizada en la coyuntura de los objetos y alimentos instantes previos a su consumación. Por otra parte, se manifiestan gestos iconográficos que no buscan protagonizar el acto en sí mismo, sino denotar el símbolo del paso del tiempo. En mi obra propongo una atmósfera de extrañamiento e inadecuación, un componente enigmático, contundente e incómodo, o principalmente de melancolía.
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