Tomás Campos, arqueólogo chachapoya del proyecto de investigación Alfredo Narváez, limpia delicadamente la superficie de una cerámica votiva de un contexto funerario de Kuélap para revelar su superficie y sus motivos, conservando al mismo tiempo las microevidencias de su contenido original. La composición fotográfica expresa una relación sorprendente entre los vivos y los muertos, representada por la mirada convergente de dos individuos que se encuentran en el mismo espacio aunque separados por 5 siglos.