Este aritmómetro fue construido en 1820 y patentado el 18 de noviembre de ese mismo año por Xavier Thomas de Colmar. A diferencia de máquinas anteriores, éste era capaz de realizar las operaciones báscas (suma, resta, multiplicación y división) de manera sencilla y sin errores con resultados de hasta 12 cifras. No obstante, no podía conservar en su memoria un resultado parcial ni realizar cálculos en sucesión. Se considera la primera calculadora comercial que tuvo éxito y un modelo a seguir en el siglo XIX. Se conserva un ejemplar en el Museo Torres Quevedo.