Braserillo de mesa, sin plato, sobre tres pies en plata fundida y cincelada. Con orilla sencilla compuesta por aro circular, el cuerpo del recipiente para las brasas, de configuración esferoide y bulbosa, presenta contorno ondulante cóncavo-convexo que se estrecha en su parte baja de forma troncocónica para terminar en un fondo de base plana y achatada rehundido hacia adentro. La limpieza del ornato y las superficies lisas y bruñidas destacan la elegancia del diseño –a tono con la contención ornamental y la pureza de formas que anuncian el estilo neoclásico–, cuyo único adorno se cifra en los apoyos en forma de sirenas o cariátides femeninas, de brazos seccionados y cola resuelta en tornapunta de dobles ces contrapuestas.
Como se ha dicho, este modelo braserillo-trípode y sin exorno se impuso en la platería mexicana en la década de 1760. Esteras fecha así, en torno a 1765, un ejemplar de colección particular obrado por Cristóbal Núñez Marradón y marcado por el ensayador González de la Cueva[1] con el mismo tipo de cuenco de perfil sinuoso que el braserillo del Museo Amparo. Otro pebetero realizado hacia 1852 por el platero Eduardo L'Enfer en Puebla[2] demuestra la pervivencia retardataria del diseño del pocillo hasta al menos mediados del siglo XIX.
Frente a los modelos conocidos, el tipo de soporte fantástico, en lugar de las habituales patas de garra o de tornapunta, es el elemento que confiere mayor originalidad a la pieza. Heredero de los hermes, términos o estípites antropomorfos de ascendencia manierista, esta figura de carácter monstruosa –denominada en ocasiones como bichas–, mitad superior humanizada y mitad inferior geométrica, conoció tanto en las platerías de la capital del virreinato como en las de Puebla de los Ángeles una variada proyección y aplicación desde el siglo XVII. Como elemento portante o tenante en su origen, aparece cumpliendo función de asas en jarros de aguamanil y picheles, jarritas de vinajeras, cajitas de plata[3], nudos y astiles de custodias, puntos de enganche en lámparas votivas, soporte de luces en arañas o como apoyos antropomorfos en patitas de platillos, salvillas o braserillos como es este caso.
Una pequeña burilada en el exterior de la base del recipiente indica que la pieza fue ensayada para comprobar la buena calidad del metal. Aunque frustras y borrosas, su triple sistema de marcas facilita el conocimiento de manera bastante aproximada de la fecha de ejecución. Estampadas durante su período de actuación por el ensayador mayor José Antonio Lince, que utilizó diferentes variantes personales, de localidad y de impuesto a lo largo de su ejercicio (1779-1788), su expresión, bajo la forma abreviada en el primer caso (LNC), M bajo corona de tres puntas, unida a la letra inicial y sin columnas, para el sello del centro de origen, y águila volando dentro de casetón de esquinas achaflanadas como marca fiscal, coincide con las impresas en una custodia de colección privada mexicana fechada en 1786[4]; de ahí que propongamos una datación semejante a la pieza del Museo Amparo. La falta del punzón de artífice nos impide sin embargo conocer el nombre de su autor.
[1]. Cfr. Esteras Martín, 1989: pp. 294-295, nº 84.
[2]. Cfr. Anderson, 1941, II: fig. 167.
[3.] Cfr. Esteras Martín, 1989: pp. 260-261, nº 67.
[4]. Esteras Martín, 1992: p. 56, nº 149.
Fuentes:
Anderson, Lawrence, El arte de la platería en México, 1519-1936, Nueva York, Oxford University Press, 1941.
Esteras Martín, Cristina, La platería del Museo Franz Mayer. Obras escogidas. Siglos XVI-XIX. México, Museo Franz Mayer, 1992.
_____, “Platería virreinal novohispana. Siglos XVI-XIX”, en El arte de la platería mexicana. 500 años. México, Centro Cultural Arte Contemporáneo, 1989, pp. 79-406.
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