La villa de Brihuega estuvo completamente rodeada por su muralla. El recinto actual es enorme, con una longitud de casi dos kilómetros, y puede seguirse con facilidad en su totalidad, aunque donde mejor se observan hoy en día las murallas briocenses es en su costado noroeste, en el que, incluso restauradas y con algunas almenas restituídas, evocan con fuerza su aspecto más primitivo.