Este toro, de una absoluta simplificación formal, reducido a un bloque prismático, supone un intento por atrapar la esencia del animal. Pertenece a su serie “Toros” cuyos bocetos realizó estando todavía en Montevideo, aunque en su mayoría fueron fundidos tras su llegada a España en 1955. Significa un giro radical en la trayectoria de Pablo Serrano, que partía de la figuración más tradicional. Aquí demuestra su dominio de la esquematización y geometrización de las formas, paso que antecede a la abstracción y recuerda al ejercicio de simplificación de la figura de un toro realizado por Pablo Picasso en una serie de once litografías datadas de 1945. Retomará el tema entre 1970 y 1973 realizado varias ediciones múltiples en menor tamaño.