Conocida también como "El perro del hortelano" esta escultura de Pablo Serrano evidencia su preocupación por la delimitación del espacio que ocupan los objetos. Se inscribe dentro de la serie denominada "Drama y Quema del Objeto" que realizó entre 1957 y 1959, como parte de un proceso concebido para ser realizado en espacios abiertos con la participación de los espectadores. Serrano reflexiona en esta serie acerca de la acción destructora del fuego; toda materia muere, perece, desaparece, pero tras su muerte nos deja La presencia de una ausencia. Desde siempre el ser humano tallaba la piedra de sus tumbas con la silueta de su cuerpo; de ahí llega a la conclusión de que ya existía la idea de la ocupación y desocupación del espacio; una vez que el cuerpo desaparecía por el proceso natural, quedaba evidente la forma del hombre.