Altura: 22,5 cm. Anchura: 16,5 cm. Diámetro máximo: 22 cm. Constituye uno de los testimonios griegos más antiguos recogidos en el ámbito occidental. El adjetivo corintio con el que se califica el casco, no es indicativo de su origen. Alude sólo a una forma, la que fue más popular entre los cascos griegos de época arcaica y clásica, independientemente de su centro de fabricación. Debido a sus características formales: proporciones marcadamente verticales en las que solo una breve curva se insinúa en el remate de la parte posterior, grosor de las paredes muy uniforme y parte nasal sin reforzamiento, se considera entre los más antiguos de su serie. Está elaborado a partir de un único núcleo metálico de bronce batido a martillo. Cubría toda la cara dejando libres los ojos. Debió poseer cimera, a juzgar por la anilla conservada en la zona superior. Todo el borde está rodeado por una línea de perforaciones a las que iría cosido un forro protector de cuero. Fue hallado casualmente en 1938 a orillas del río Guadalete, en las proximidades de su antigua desembocadura. Esta relación con un curso de agua, pauta también observable en el caso del casco griego de Huelva y en otras armas del Bronce Final, como la espada de Bornos, ha sido interpretada por algunos investigadores como reflejo de actividades rituales vinculadas con los dioses de las aguas. En este sentido, el orificio que presenta en la zona lateral no parece que se haya producido en el curso de un combate, tesis defendida tradicionalmente. Más bien se trata de una inutilización intencionada que también pudo afectar a la pérdida del nasal, tal y como se conoce en los cascos ofrendados en los santuarios helénicos.
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