Desde sus inicios en los 70, Broto hará una férrea defensa de la pintura frente al Arte Conceptual que había desterrado a los medios tradicionales. Su paso por el Grupo Trama, con Xavier Grau y Gonzalo Tena, dio como resultado una profundización en la abstracción en la que prima el color y la expresión en cuadros de gran formato. De este modo Broto se convirtió en uno de los mayores exponentes de la llamada Pintura-pintura, consideraba que las dos dimensiones del lienzo constituían el ámbito idóneo para la representación artística. En sus obras de la década de los ochenta, especialmente entre los años 1984 y 1987, prescinde del mayor número de elementos, creando unas composiciones extraordinariamente sintéticas en las que superpone una serie de signos abstractos muy gestuales y otros evocadores de cosas reales. En este caso esos elementos pertenecen al paisaje natural (montañas, río) en los que se insertan elementos creados por el hombre (silla, valla). La importancia concedida al vacío, el uso de gamas cromáticas intensas, el rojo y el negro en este caso, creando contrastes y armonías, son características presentes en toda su obra.
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