En Egipto, el gato es asociado a Bast, una diosa felina que defendió al Ra contra los ataques de la serpiente Apofis, una de las deidades del mal.
El simbolismo de Bast está integrado por dos aspectos diferentes. Por un lado, se relaciona con la energía del sol clara, cálida y dadora de vida y por otro con ciertos aspectos vinculados con la noche y con la luna.
Con el correr del tiempo, Bast se convirtió en una deidad vinculada con la vida doméstica, guardiana del hogar y feroz defensora de los hijos así como a otras virtudes femeninas como la fecundidad y la maternidad. Para el pueblo egipcio, el gato era considerado no sólo como un símbolo viviente del dios, sino un fragmento o su propia encarnación. En la vida cotidiana recibieron un trato muy especial ya que eran considerados como un miembro de la familia, y recibía atenciones especiales en caso de enfermedad o muerte.
El bronce lo muestra sentado en actitud alerta con su cola extendida hacia adelante que se dobla enlazando sus patas al frente. Con su cabeza erguida, se destacan sus orejas levantadas en señal de atención.
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