Felix-François se enamoró de Venecia. Había planeado ser arquitecto y cuando el entretenimiento de pintar lo conquistó, encontró en la ciudad italiana un motivo para expresar un arte por el que fue bien reconocido; pasó ahí largas temporadas desde un bote que tomó como «estudio flotante». En este óleo, una góndola, símbolo de riqueza para las familias venecianas, permanece en un extremo; estas embarcaciones solían estar recubiertas con todo lujo: oro, maderas preciosas, metales y lacas; fundas y tapizados de seda. Del otro lado, otra barca en la que ondean banderas en mástiles y se abren velas blancas.
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