Tras la ejecución de Tupaq Amaru I, el líder del Imperio inca fue su hermano Sayri Tupaq I.
En los primeros años de la era virreinal figura la boda concertada entre su hija, la «ñusta» (infanta) Beatriz Clara Coya y el sobrino-nieto de Ignacio de Loyola, el capitán de guardia y futuro gobernador de Chile, Martín García Óñez de Loyola.
Tras el matrimonio, ella heredó las extensas tierras del Tahuantinsuyo y los esposos las cedieron a la Corona española. La obra refiere el momento de partida rumbo al Al-andalús, con protección real para ceder, sin derramamiento de sangre, las tierras al Imperio español. En palabras del investigador Alejandro Massó la circunstancia bien merecería un cuadro como éste.
Por su parte, don Alfonso Pérez Sánchez, director emérito del Museo del Prado, sugirió otra interpretación: Yo no tengo duda. El pasaje relata un episodio cuando Úrsula aún no se ha convertido en santa. Es una doncella bretona y no tendría por qué tener algún halo luminoso, basta recordar varios lienzos americanos consimilar representación.
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