Durante la primera década del siglo XXI Colombia vivió una serie de acciones macabras en los que se vieron involucrados miembros del Ejército Nacional colombiano, que asesinaron población civil, haciéndolos pasar por guerrilleros muertos en combate en el marco del conflicto armado, con el objetivo de presentar resultados positivos por parte de las brigadas del ejército.
Estos hechos son uno de muchos capítulos de violencia producto de nuestro conflicto interno, acompañado de otras situaciones que se adhieren de forma parásita y se encargan de alimentar el monstruo de la violencia.
Las reglas de un tenebroso juego que cada vez cobra más vidas inocentes, se convierten en la sed de “poder” de quienes deben custodiar a los ciudadanos y por el contrario los utilizan como escalones hacia una serie de beneficios, sin importarles la muerte y tristeza de las familias que terminan siendo víctimas de un conflicto que parece no tener fin ante la indiferencias de algunas instituciones del Estado.
Las Madres de los Falsos Positivos de Bogotá y Soacha representan los casos de desapariciones de jóvenes que fueron tildados como guerrilleros, dados de baja en combate entre los años 2.002 al 2.010. Este grupo de madres llevan trabajando aproximadamente 8 años en compañía de familiares y otros colectivos que han apoyando el proceso. Sus testimonios, charlas y gritos han sido encaminados a buscar respuestas acerca de lo sucedido.
Nunca más, es pisar fuerte con carácter, firmeza, tristeza y orgullo ante las atrocidades que el Gobierno, las Fuerzas Militares y Policía han cometido al momento de asesinar a seres humanos en condiciones deplorables, cobardes y sin ninguna justificación.
Para este caso el fotógrafo holandés Niels Van Iperen se encargó de fotografiar los tatuajes de familiares de las víctimas, quienes en un acto de denuncia, reflexión y memoria decidieron plasmar en su piel a las víctimas de los falsos positivos y sus símbolos.