En la década de los sesenta la obra de Pablo Serrano está impregnada de humanismo. Tras haber realizado su serie “Hombres-bóveda”, ahondará en la preocupación por el ser humano en su siguiente serie, los “Hombres con puerta”, iniciada en 1966, a la que pertenece esta obra. Frente a obras anteriores, en esta pieza la apariencia humana se acentúa y aparece un nuevo elemento formal y conceptual: la puerta. Unida por unos goznes al torso deforme, deja ver una zona cóncava pulida, un interior brillante, esperanzador, absolutamente espiritual. Con esa puerta Pablo Serrano expresa un ansia de comunicación: “en el hombre opaco, animal de incertidumbre, este amasijo de carne y hueso, puede comunicarse a través de la puerta, la puerta que es palabra y sentimiento, una luz, la de la comunicación, ilumina este espacio”.
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