Casas trató el género del desnudo en un breve periodo de tiempo de su dilatada trayectoria artística, principalmente entre 1893 y 1894, con alguna excepción. Por lo tanto esta temática no fue muy abundante en su producción pictórica. De los seis desnudos femeninos pintados por Casas que se conocen, tres pertenen a la colección de su amigo Santiago Rusiñol y se encuentran en el Cau Ferrat.
Los desnudos de Ramon Casas son obras donde la mirada y la ejecución del pintor recae casi absolutamente en la figura desnuda, buscando, en la disposición de la modelo, posiciones complejas que generan puntos de vista bastante originales. La figura no forma parte de un argumento ni de una historia: es sencillamente una exaltación de la belleza. Los cuerpos ocupan todo el espacio y la mirada del pintor nunca es frontal, sino que se resuelve, utilizando la terminología del lenguaje fotográfico, en un picado o contrapicado, esto es, desde un punto de vista superior o inferior. En resumen pues, son unos desnudos absolutamente antiacadémico y plenamente alejados de aquella pintura en la que un hecho narrativo o anecdótico era la excusa necesaria para introducir la presencia de una figura femenina desnuda.
El Realismo, el Naturalismo y el Impresionismo y sus derivaciones, dotaron al desnudo de una personalidad propia, hecho que fue ciertamente difícil de aceptar por los poseedores de una moral conservadora. De hecho, hay que recordar que un desnudo de Ramón Casas fue retirado de una exposición en el Ateneu Barcelonès en 1893.