Bernard Silberstein tomó algunas fotografías de Frida Kahlo a principios de la década de 1940, a menudo usando como escenario las salas de la Casa Azul, su hogar en Coyoacán, México. Aquí, se ve su figura aislada contra un fondo liso con flores de Santa Rita y un pimpollo de rosa blanco que le adornan el cabello. Parece majestuosa y coqueta a la vez; los ojos miran hacia el costado, y las comisuras de los labios esbozan una sonrisa.
Kahlo coleccionaba vestimentas de indígenas de distintas regiones de México y Centroamérica. Fue una de las mujeres más fotografiadas de su generación y elegía con mucho cuidado la ropa, las joyas y el peinado de cada sesión para combinar elementos de distintas regiones y crear una identidad visual mexicana que fuera única.