En esta obra, Soriano presenta una imagen íntima de dos niñas. Más que un retrato es una naturaleza muerta imbuida de cualidades metafísicas o surrealistas. Soriano es conocido por su extraño modo de pintar y, a menudo, por sus poco halagantes retratos de la burguesía mexicana de la década de los cuarenta, incluyendo retratos de niños; un ejemplo es Niña con naturaleza muerta (1939, colección Jacques y Natasha Gelman). Pero esta pintura tiene una visión más compasiva. En una composición encuadrada y con un orden espontáneo, se ven dos niñas jugando cerca de una ventana, al lado de una cómoda antigua de madera. Mientras una levanta una guirnalda de flores, la otra adhiere unas ramas de palma en la pared. A través de la ventana se observa un cielo tormentoso. En los cristales salpicados de lluvia y empañados, las niñas dibujaron un perfil humano y dejaron las huellas de sus manos. La atmósfera es la de los juegos dentro de casa en una tarde lluviosa; las acciones de las niñas sugieren que están en proceso de arreglar un altar. Sobre la cómoda hay varios objetos extraños: un caracol marino rosado y carnoso que se asemeja a una oreja humana, flores marchitas que cuelgan de una mano enguantada incorpórea, una máscara de madera que proyecta una misteriosa sombra sobre la superficie pulida de la cómoda, y dos pequeñas semillas rojas o cerezas que parecen casi los globos oculares que le faltan a los huecos de la máscara. Pese a no ser los símbolos acostumbrados de la vanitas, estos objetos comparten un sentido agónico. Si los objetos incorpóreos se reacomodaran, como por arte de magia aparecería un rostro humano, como el perfil bosquejado en la ventana. Las naturalezas muertas de objetos aparentemente disasociados connotan una asociación libre (montaje cognoscitivo) y revelan el interés de los integrantes de la vanguardia de la ciudad de México por eludir la restricción de la anécdota. La Naturaleza muerta con pie (1928, colección Blaisten) de Tamayo comunica una sensación similar. En el contexto nacionalista del México posrevolucionario, artistas como Tamayo, María Izquierdo y Soriano declararon su autonomía artística, recurriendo a formas más intimistas, como las naturalezas muertas realizadas en caballete. Vid. Adriana Zavala, Arte moderno de México. Colección Andrés Blaisten. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005.
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