Este es uno de los primeros cuadros que Santiago Rusiñol (Barcelona, 1861 – Aranjuez, 1931) pintó en París. Rusiñol representó un lúgubre patio interior del centro de la ciudad. La impresión de tristeza y desconsuelo que inspira el lugar queda acentuada por la mujer de luto que aparece en segundo plano y hacia la cual se dirige inevitablemente la mirada del espectador.
Cuando la obra fue expuesta en París, la crítica se refirió a ella de manera breve pero elogiosa. El comentario más extenso y entusiasta lo hizo Miquel Utrillo, entonces crítico de arte de La Vanguardia. Fue gracias a él -que afirmó que el patio podía ser el de una casa de préstamos-, que la obra tomó este título definitivo.