En la pieza II de la serie Paso sin ver que ingresó a la colección en 2015, Aranguren crea complicados laberintos con líneas que se cruzan en un aparente caos, que sin embargo, guardan un ritmo armónico, mientras reserva parte del espacio para mostrar el silencio de la monocromía. La acción lineal encuentra su contraparte en la negación del color y la nada del vacío, en esta pintura que contiene la paradoja que envuelve a toda su obra, y que aflora en ese oscilar entre el equilibrio calculado y la fuerza expresiva del sentimiento. La obra representa de manera simbólica su indignación por la ceguera de los individuos ante los problemas del mundo, tema que dedicó a la serie presentada en la exposición realizada en el museo en 2011.