La producción de Murillo fue una de las más vastas en la España del Siglo de Oro: a su taller se encomendó la producción de decenas de versiones del tema, a la par que la devoción se extendía por todos los reinos hispánicos. Algunas versiones hallaron su camino hacia la Nueva España, en donde la dulzura representada por el sevillano rompió con los esquemas pictóricos más tradicionales. Sus efectos lumínicos, modelos iconográficos, aplicación de color y vaporosidad mantuvieron un diálogo cercano con pintores locales como Cristóbal de Villalpando, Juan Rodríguez Juárez, José de Ibarra y Miguel Cabrera.
Este último retoma algunos aspectos de la pintura de Murillo, pero incorpora otros del modelo descrito por Pacheco, como la corona de doce estrellas, las alusiones a las letanías lauretanas, el orbe lunar y la derrota de la serpiente.
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