Esta obra, atribuida a Mariano Salvador Maella, representa uno de los más populares y repetidos temas de la pintura española, la Inmaculada. La Virgen, rodeada de angelitos, aparece envuelta en un manto movido por el viento celestial sobre el creciente de la luna, pisando la serpiente, con las manos unidas y la cabeza coronoda de estrellas y alzada hacia el Epíritu Santo que vuela sobre ella
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