La Huasteca, un territorio por lo general húmedo y de “grandes calores”, se extiende a lo largo de la costa del Golfo de México entre el norte de Veracruz y el sur de Tamaulipas; a la altura de Tampico se interna en tierras de San Luis Potosí, donde se hallan dos grandes asentamientos prehispánicos bordeados por el río Tampaón: Tamtoc, con más de cincuenta montículos, y Tamuín, famoso por sus refinadas esculturas. El territorio de habla huasteca continúa en las montañas de Hidalgo y en la Sierra Gorda de Querétaro. Se trata de una inmensa sub área de Mesoamérica cuya homogeneidad lingüística en realidad la define de mejor manera que su unidad cultural a través del tiempo.
Ciertamente hay rasgos que comparten sus antiguas ciudades, la arquitectura de planta circular y un estilo artístico que a pesar de sus mudanzas regulaba en lo general las manifestaciones artísticas de cada época. A un lado de los basamentos de tierra solía darse forma a estructuras más bajas y tan largas como las pirámides mismas. Por su cercanía producían el efecto de un pasillo cuyos límites se enfatizaban añadiendo muros formados por grandes sillares de piedra. Este corredor ceremonial dedicado al juego ritual de la pelota terminaría por volverse pieza fundamental en el culto al gobernante.
Visto en el contexto de la costa del Golfo de México, llevaba implícito el sacrificio humano y quizá su introducción en la Huasteca se vincule con una serie de rutas comerciales que fluían desde el sur de México, cruzando la región del Istmo de Tehuantepec, y por donde también habría de difundirse desde época muy temprana la decapitación ritual. El juego de pelota formaba parte de las expresiones religiosas comunes a todo el litoral marino; fue de particular importancia en El Tajín y en el inmenso territorio costero que controlaba en época antigua.
Los jugadores de pelota solían vestir un cinturón rígido que les protegía el cuerpo del roce constante de las pesadas pelotas de hule macizo. También había manoplas para aquellas versiones del juego ritual que no requerían golpearla sólo con la cadera. De igual forma se desarrollaron protecciones para las rodillas, mismas que alcanzaron en el contexto de las representaciones de los gobernantes el valor de símbolos de autoridad.
En la cuenca del río Pánuco se modelaron grandes cantidades de figurillas de barro que figuran a estos jugadores de pelota perfectamente vestidos para la ocasión. La gran mayoría de ellas recibieron toques de pintura negra en distintas partes del cuerpo, a modo de señalar el uso de un faldellín. Por sus convenciones estilísticas y por las técnicas usadas en su manufactura pueden distinguirse como obras de artesanos de épocas distintas a pesar de que su descubrimiento no haya sido objeto de excavaciones arqueológicas controladas. Esta pieza probablemente fue modelada en el Clásico tardío (ca. 600-900 d.C.) y no sería extraño que hubiera sido encontrada junto con otras que ahora se conservan en la misma colección; su perfecto estado de conservación hace sospechar que pudo hallarse en el contexto de una tumba.
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