Replica de una lucerna de volutas, tiene el cuerpo circular y el pico saliente. Este objeto está decorado con unas volutas en la piquera, alrededor del disco se aprecia una decoración con motivos geométricos y en el interior del mismo está la representación de un animal, en concreto se trata de un águila. En el disco presenta un orificio para el combustible. El mango está decorado por tres líneas incisas que atraviesan toda la forma ovalada del mismo y lleva una mecha realizada con fibras naturales. Tiene una marca en la base.
Las lucernas servían para tener luz artificial tanto en lugares privados como las casas o sitios públicos. Las que tenían mango estaban pensadas para moverlas de una habitación a otra y fuera más cómodo su traslado. Estos objetos no sólo tenían usos de iluminación también se usaban en el mundo funerario, como ajuar, como ofrenda votiva o como regalos a los cuales se les añadían una inscripción, por ejemplo felicitando el año nuevo.
Se alimentaban con aceite de oliva mayoritariamente pero también se podía usar aceite de sésamo, de nuez, de pescado y grasas de diversas procedencias para las lucernas de tamaños grandes. Podían tener desde una mecha hasta doce, en este caso es una lucerna simple de una única mecha. La mecha seguramente era de lino hilado, se usaba cualquier vegetal que pudiera ser apto para hilar, como el papiro, además se especula que se utilizaba lana o algodón.
Un problema que se plantea es como se sujetaba la mecha, desde hace un tiempo se barajan varias posibilidades, una es que se usara un tapón de cera o madera, la otra es que se usaran pequeños tubos o anillos perforados en pizarra, arcilla o plomo. El orificio que tiene en el disco se cree que además de servir para la ventilación también valdría para mover la mecha, en caso de que fuera necesario, con un utensilio puntiagudo como una aguja.
Las lucernas se realizaban en dos moldes distintos, a diferencia del ámbito griego, una para la parte superior del disco y otra para la parte inferior del depósito, después se unían con pasta barbotina, que era arcilla mezclada con agua.
Normalmente las termas se abrían desde la una o las dos de la tarde hasta la puesta de sol, con lo cual las lucernas no eran necesarias en grandes cantidades, pero los enormes hallazgos de estas en todas las estancias de las termas, sobre todo de las grandes ciudades, nos muestra que este horario era flexible para dar cabida a toda la demanda.
Las termas públicas en el mundo romano contaban con gran aceptación y eran edificios indispensables en todas las ciudades, a pesar de que las villas y las casas de las familias pudientes tuvieran termas privadas en sus domicilios. Estos baños comunales eran un servicio muy demandado y, aunque eran de pago, las tarifas establecidas eran moderadas y en muchos casos simbólicas. El público de las mismas era también variado y acudían personas de diferentes niveles sociales y de diferente sexo, aunque los hombres y las mujeres nunca compartían los mismos espacios a la vez: si las termas eran grandes, tenían dividión de departamentos, y si eran de tamaño medio o pequeño, se establecían días u horarios diferentes para cada uno de los sexos. Los baños representados en esta maqueta tendrían en la realidad un aforo aproximado de unas cincuenta personas, lo que para la época serían unos baños públicos de tamaño medio.
Centrados en este edificio, el ingreso se realiza a través de una puerta de tres arcos que conduce, mediante escaleras, a una sala de espera y a la habitación donde se abona el uso de las termas. Una gran puerta da paso al vestuario, desde donde puede accederse a las distintas salas de baño. Los usuarios de las termas tenían la posibilidad de seguir distintos recorridos por sus salas, dependiendo del gusto personal de cada uno: En la sauna, una sala de pequeñas dimensiones, se daba un ambiente de intenso calor apropiado para sudar; la sala caliente disponía de piscina y se destinaba a una limpieza de la piel en profundidad; la sala fría también tenía una piscina, en este caso destinada a los baños tonificantes; y la sala templada estaba destinada a relajantes masajes, aplicación de aceites y ungüentos, peinarse y acicalarse.
Elementos indispensables para la visita a los baños eran todo un variado instrumental de aseo personal, como espejos, peines, rascadores, ungüentarios... y sobre todo un calzado especial con suela gruesa de madera, ya que las altas temperaturas de las paredes y del suelo hacían necesario su uso para evitar quemaduras en los pies.
Las elevadas temperaturas de las estancias calientes y templadas se conseguían mediante un sistema de calefacción llamado hipocausto. Se trata de una infraestructura de canalizaciones y cámaras huecas, construidas bajo el suelo y en las paredes del edificio, por la que circula el vapor de agua caliente procedente de unas grandes calderas de metal depositadas sobre unos hornos continuamente alimentados de leña por los fogoneros.
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