Los simbolistas, que surgieron durante la década de 1880, estaban cansados de la sociedad moderna y buscaban escapar de la realidad. Comenzaron a expresar sus sueños y visiones a través de colores vivos, formas y composiciones. Como parte de esta búsqueda, Paul Gauguin salió de París por completo a finales de 1880. Durante el verano de 1886, visitó el pequeño pueblo de Pont-Aven en Bretaña, Francia, y se fascinó con su historia, folclore y rituales. Fue allí donde Gauguin pintó numerosas escenas, entre ellas "El Cristo Amarillo". La figura central de esta pintura se basa en un crucifijo de madera pintado del siglo XVII que cuelga en la cercana Capilla de Trémalo. Gauguin pintó a Cristo en un amarillo cloying contra una cruz marrón oscura en un paisaje vibrante de la caída. Gauguin dijo que eligió el color amarillo para expresar lo que sentía por la vida aislada y la piedad de los campesinos, varios de los cuales son retratados aquí vestidos con su traje regional distintivo y arrodillados al pie de la cruz durante la hora de la noche del Angelus-a La oración católica recitaba diariamente a las 6 am, al mediodía ya las 6 pm. En Bretaña, la cosecha de otoño poseía un profundo significado espiritual, ya que se creía que el grano se sometía a un proceso paralelo al ciclo religioso de la vida cristiana: nacimiento, vida, muerte y renacimiento. La sencillez y la primitiva actitud de los campesinos de la región atrajeron enormemente a Gauguin, que hizo su famosa protesta contra la sofisticación occidental al exiliarse a los mares del sur poco después de completar esta pintura. Bretaña fue el primer paso de Gauguin fuera de París, y sus obras completadas durante este tiempo marcar una gran salida estilística del impresionismo.
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