Gonzalo Bilbao representa uno de los patios, el principal del antiguo convento de los mercedarios calzados, hoy Museo de Bellas Artes de Sevilla.
La composición está centralizada por la fuente de dos cuerpos, que sin embargo queda relegada a motivo secundario dentro de la obra, ya que lo realmente fundamental es el estudio del exuberante cromatismo del patio lleno de flores y vegetación en contraposición con la también colorista arquitectura. La incidencia del sol sobre flores y plantas, produce un interesante juego lumínico en que resaltan los verdes, rojos, rosas y blancos utilizados por el pintor. El fondo está ocupado por una de las galerías del claustro, zona dominada por las sombras.
La pincelada, de un cierto impresionismo, es gruesa, pastosa, llena de volumen y los trazos son amplios, sin que sea necesario perfilar las líneas arquitectónicas, la fuente, los tiestos o las flores, contribuyendo todo ello a una mayor expresividad y espontaneidad.