Hasta mediados del siglo XII, las prestigiosas emisiones musulmanas garantizaban la circulación del oro en los distintos reinos peninsulares cristianos. Pero en épocas de conflicto, este flujo de moneda islámica se interrumpía, lo que obligó a los monarcas a acuñar piezas áureas. Con los maravedís se inicia la acuñación sistemática del oro en los territorios cristianos.
Los maravedís leoneses muestran desde el principio diseños cristianos, como podemos observar en este magnífico ejemplar de Alfonso IX. Así, en el anverso, encontramos el nombre, la titulatura (Rex) y el busto esquematizado del monarca, imagen representativa del poder real reforzada con símbolos de soberanía tales como la espada y el, posible, cetro. En el reverso, una leyenda religiosa alude al origen divino de la autoridad, mientras que bajo el emblema heráldico del reino, un león, se sitúa el símbolo parlante de la ceca: el puente romano sobre el río Tormes de Salamanca.
La circulación de estas piezas quedaba restringida a las grandes transacciones comerciales y a los regalos diplomáticos. A la muerte del Rey, el maravedí de oro dejó de acuñarse.
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