Como testimonio de la identificación con el país, en 1950 la AMIA dona a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires un mástil que se inaugurará un año después en la Plaza 1° de Mayo. Allí había funcionado entre 1833 y 1897 el Cementerio de los Disidentes para el entierro de los fallecidos que no eran de religión católica, entre ellos a los judíos.
A la derecha, una de las lápidas judías trasladas del Cementerio de los Disidentes.