Para modelar la mayor parte de los desnudos femeninos que realizó durante los dos últimos años de su vida, Gargallo contó con la colaboración de una modelo de origen nórdico y características físicas concordantes con dicha procedencia, o con un cierto arquetipo identificable con la misma.
Ello puede explicar en parte que, independientemente del mantenimiento de todas las personales características e invariantes de su trabajo como escultor, en obras como esta (o como las ya tratadas Eco, 1933, y Academia, 1933-34) los rasgos anatómicos generales, la estructura corporal, el aspecto material más inmediato de los cuerpos resulte quizá menos expresivo u opulento, acaso menos sensual (si bien en todo ello debieron influir decisivamente las propias intenciones del autor, como es natural), menos mediterráneo en definitiva que en otros desnudos anteriores de Gargallo, que en todo caso suponemos no podría sustraerse absolutamente a la realidad del cuerpo de su modelo.