El pequeño paisaje urbano propiedad del Museo de las Artes (MUSA) representa la fachada del edificio de principios de la centuria pasada que actualmente corresponde a la sede del museo, esbozada con trazos rápidos que dan dinamismo al cuadro en una combinación de rectas y curvas, acentuadas por luces y contrastes de color. Los amarillos se contraponen a las sombras violáceas que proyectan los árboles sobre la acera, sombreados a la manera impresionista, sin usar el color negro, en un juego de tonalidades que se repiten en la parte superior e inferior de la superficie para lograr el equilibrio compositivo. La claridad del azul del cielo tapatío destaca en el fondo del paisaje, en un cuadro que el artista donó con motivo de la exposición retrospectiva organizada en el museo en 1996, que llevó el título de Los talleres del viajero.