La pieza representa en primer plano una figura de medio cuerpo, trabajada con las convenciones propias del retrato clásico. El torso está separado del fondo mediante los efectos lumínicos que aparecen en los hombros, mientras la luz se intensifica en el área del rostro, en un acentuando claroscuro que provoca un ambiente evocador del tenebrismo barroco. El hombre de faz afilada viste con un atuendo propio de una clase social elevada. Un pañuelo doblado sobresale del bolsillo del saco y da un toque de color a los tonos oscuros predominantes.
El aspecto desaliñado del individuo refleja un drama de carácter existencial que el autor enfatiza con recursos gestuales, fijando la atención en la postura de la mano, que coloca crispada sobre el pecho, el pelo sin peinar y la expresión taciturna del rostro. Unida a esta gestualidad corporal, hace evidente la apariencia desordenada del traje, la camisa arrugada por el uso prolongado y la corbata mal anudada, creando un conjunto con el cual imprime una atmósfera de angustiosa soledad.