Ésta es una de las mejores obras de Peeter Baltens y por mucho tiempo fue atribuida a Pieter Brueghel, el Viejo. Dibujante, grabador y pintor de notable talento, ingresó al prestigiado Gremio de San Lucas en Amberes. Varios de sus cuadros presentan similitudes estilísticas con el Calvario de Brueghel pintado en 1564, actualmente en el Museo de Arte e Historia de Viena.
En la pintura de Baltens el tratamiento del tema se encuentra investido de un profundo dramatismo. La ciudad de Amberes y sus molinos –como la nueva Jerusalén celestial en la tierra– se aprecia en el extremo izquierdo de la obra. En ella destaca la prominencia del castillo de Het Steen (1200-1225) o «Roca del rey» que se yergue incólume sobre el caserío al lado del río Escalda. Frente a él, las rugosas cumbres del Gólgota enmarcan la procesión que sube lentamente bajo un cielo que presagia tormenta.
En el segundo plano, entre la multitud, la figura de Cristo ataviado con el manto rojo oscuro simboliza la Pasión. Un esbirro lo golpea y somete en su caída. A la manera narrativa de la pintura flamenca, en una carreta ascienden el buen y el mal ladrón hacia la cumbre, lo mismo que personajes ataviados según la moda del quinientos, acompañan indiferentes el cortejo. La marcha parecería no detenerse, al tiempo que un par de soldados romanos empujan con violencia a un campesino que observa a Jesús y que, por la brusquedad, ha tirado su humilde canasta de huevos al suelo.
La escalera por la que descenderá el cuerpo del Hijo del Hombre y los maderos para la crucifixión son llevados por individuos a la vez incrédulos y compasivos.
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